Para algunas concepciones
occidentales el humano no es un animal, por lo tanto no tiene instintos. Puede ser hijo dilecto de Dios o producto de algún
injerto extraterrestre, pero sus acciones son enteramente
concientes y por lo tanto es responsable de sus actos.

Para las filosofías orientales el humano tiene un cuerpo, prácticamente automático. La conciencia puede ser desarrollada paulatinamente; la conciencia es una conquista mental muy difícil de conseguir. Podemos tener conciencia de nuestras funciones automáticas más básicas, y progresar en el control de nuestras funciones. Para adquirir control sobre el cuerpo es preciso adquirir conocimiento y superación del Yo.
El proceso es muy complejo. Somos animales, si queremos: concientes.
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